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Imagen obtenida a partir del texto por Chat GPT |
La importancia de tener alguien que nos cuide
Se acaba agosto y se acaban las vacaciones. Yo puedo decir que estoy siempre de 'vacaciones', pero quien sí las ha tenido este agosto ha sido mi mujer, que está todo el año cuidándome y haciendo la mayor parte del trabajo de casa (aunque tenemos señora que nos ayuda, yo me ocupo de la cocina y poco más). Hemos estado en hotel y en casa de amigos, donde el trabajo ha sido menor y compartido. Pero...¿de verdad que ella ha podido hacer vacaciones al 100%? No, pues no ha dejado de estar preocupada y ocupada conmigo, esa es mi suerte, 'egoísta' sí, he de reconocerlo. La suerte de contar con quien te quiera y cuide cuando eres un enfermo crónico. Como paciente, para mí es vital mi mujer, que ejerce como cuidadora. Leí una frase un día: “no se puede amar lo que no se conoce y no se puede cuidar lo que no se ama”. Qué suerte tengo de tener a quien me quiere y me cuida teniendo una enfermedad crónica. Mi mujer siempre me ayuda, acompaña, me recuerda citas médicas, se interesa, lee sobre mis dolencias, participa en actividades asociativas… Me cuida tanto como me quiere. Aunque a veces, como ese niño rebelde que aún llevo dentro, me quejo o respondo ante su celo… ¡qué paciencia tiene conmigo!
Pero conozco pacientes que no gozan de esa situación. Se ven obligados a depender de familiares a ratos, algún vecino generoso o la limitada ayuda que ofrece la Ley de Dependencia —cuando llega— y, casi siempre, el cuidado está directamente limitado por el dinero.
Recientemente he leído un artículo de la socióloga María Ángeles Duran que señalaba —y resumo— cómo la Seguridad Social cubre diagnóstico y tratamiento médico, pero no la atención ni el cuidado de personas dependientes. Un cuidado legal completo exigiría varios empleados, algo económicamente insostenible. Ante esto, la sociedad responde forzando a mujeres a retomar el cuidado gratuito o recurriendo a trabajadores inmigrantes en condiciones precarias.
Estas mujeres —esposas, madres, hijas, cuidadoras profesionales o vecinas—, junto a esos trabajadores, son pilares invisibles: gracias a ellas, apoyadas por el sistema sanitario y asociaciones, muchos pacientes no quedaríamos en casa, y así no se reduciría sólo nuestra calidad de vida, sino también el horizonte de ésta.
El trato con dignidad: el respeto que todo paciente merece
Me decido a escribir este post -que tenía pendiente y que ampliaré a su debido tiempo- por un artículo de hoy en La Vanguardia que recoge las reflexiones del psiquiatra Josep Moya, quien trabaja a diario con personas mayores y alerta sobre un tipo de trato muy extendido: el 'trato infantilizante'.
“He escuchado frases como ‘qué guapo está hoy el abuelito’… hablar de modo infantil a un mayor no es tratarle bien, hay que respetar su dignidad”
Moya explica que hablar a una persona mayor como a un niño—con diminutivos, tono cantado, palabras simplificadas, repeticiones—no siempre es cariño; muchas veces es ofensivo. Este tipo de trato responde a estereotipos: se piensa que los mayores son lentos, incapaces, una carga… reflejo de una sociedad que enaltece juventud y belleza, pero no la vejez.
Igual pasa en el hospital, o en la visita al CAP, existe la tendencia de que cuando eras mayor y, además, eres paciente -en mi caso crónico- te tratan con diminutivos y es entonces cuando te dan ganas de decirle a quien te 'infantiliza' "escuche por favor, estoy enfermo pero no estoy tonto". Por suerte -me comenta hoy Saida -auxiliar sanitaria y brillante estudiante de enfermería- cuando acudo a por mi tratamiento quincenal en el hospital de día del Clínic de Barcelona- que en la facultad ya les explican que no deben tratar así a l@s pacientes.
Este trato 'infantilizante', continúa el articulo mencionado, puede tener consecuencias graves: podría conducir a una depresión en personas emocionalmente frágiles, dada la degradación de su auto-percepción. Moya insiste: hay que hablar con los mayores como se les ha hablado siempre: como adultos. Usar el nombre de los medicamentos en lugar de “pastillita azul” (a mi para hablarme del Seretide, un broncodilatador, la doctora que me atendía ¡a mis cuarenta y pocos años! me decía 'el rosco' pues era de forma redondeada) ayuda a que la persona se sienta responsable y participe activamente en su cuidado.
Reflexión final
Cuidar no es solo atender necesidades físicas o médicas: implica reconocimiento, dignidad y respeto. Agradezco profundamente a mi mujer —y a todas las mujeres y personas cuidadoras— su entrega. Sin su cariño, sin su presencia, la vida de muchos pacientes sería mucho más solitaria y limitada.
Y como sociedad, debemos reflexionar: el cuidado no puede delegarse solo en lo gratuito o precario. Se necesita un compromiso ético y estructural: valorar el trabajo del cuidado, ofrecer formación para un trato digno (no infantilizado) y garantizar que toda persona dependiente reciba acompañamiento humano, respetuoso y pleno.
Y ya puestos, le pido al profesional sanitario: por favor trata a un paciente como a alguien empoderado, activo y consciente de su estado y de su tratamiento. Será la forma de que si no lo es todavía, le ayudes a serlo antes.
La verdad que suerte tenemos los que estamos acompañados por una persona que nos quiere. Yo igual que tú, pienso que mi pareja necesita su espacio, si momento de relax. Están 24/7 pendientes de nosotros y también necesitan un respiro. Y que te hablen con diminutivos, por lo menos a mí, hace que nos sentamos unos inútiles cuando aún tenemos mucha guerra que dar
ResponderEliminarCuidar es un arte y amar es un don. Si se te juntan ambas cosas en la persona que amas, “what else?”
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tu reflexión. Es una suerte y un motivo de orgullo poder contar con los seres queridos cuando uno lo necesita, pero en una sociedad civilizada y rica como la nuestra es una derrota que los cuidados tengan que seguir recayendo en la familia y los amigos, especialmente, en las mujeres, con el coste emocional, laboral y social que conlleva para esas personas
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